













Darío Castillejos, artista oaxaqueño poseedor de un humor irreverente, mirada crítica y una extraordinaria capacidad para mostrar lo serio a través de lo absurdo, ha trascendido como uno de los mejores caricaturistas al recibir este sábado el Homenaje de Caricatura La Catrina en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Marisol Schulz Manaut, directora general de la FIL, señaló que este galardón es de los más queridos de la Feria, debido a que reconoce a aquellos artistas que, “con el certero trazo de su mano, se atreven a decir lo que tantas otras personas deben callar, siempre acompañados de dosis de humor, como si fueran prescripciones médicas para una sociedad que busca verse reflejada en sus dibujos”.
Castillejos, visiblemente conmovido, recordó que en su infancia se prometió que sería dibujante, y se pasaba las tardes bosquejando en un espacio improvisado que llamaba su “estudio”, y que no era más que un terreno baldío. “Mi padre, sin embargo, tenía otros sueños para mí. Apostó a que seguiría el linaje familiar y me convertiría en un abogado exitoso, como mi abuelo y mi bisabuelo. Pero cuando le comuniqué mi deseo de ser artista, su respuesta fue contundente: no apoyaría esa decisión porque, según él, eso me condenaría a ser un vagabundo infeliz”.
A pesar de ello, su vida se trazó entre las líneas de los lápices que daban forma a sus utopías. Al paso del tiempo, la crítica se convirtió en el alma de su trabajo, influenciado por maestros como Rogelio Naranjo y Rius. Con lágrimas en los ojos y un público que no hacía ningún ruido y escuchaba maravillado su historia, Darío contó que una vez Rius le dijo: “Este oficio es una especie de venganza contra lo que los políticos hacen al pueblo. Su sabiduría me enseñó que nuestra labor es apostar contra el abuso del poder”. Luego, añadió que al hacer una retrospectiva “puedo decir que hubo momentos en los que pensé retirarme y abandonar el desafío. Pero siempre hubo quienes, tomando mis manos, me decían: ‘No es tiempo’. De esas manos que me sostuvieron, hay dos que merecen una mención especial: las de mi madre, Luz Lázares, y las de mi esposa, Rosa Santos. Este Premio es para ellas”.
Castillejos limpió sus lágrimas y continuó: “Mientras haya quienes sueñen con vivir las ilusiones de la niñez y apuesten por mantener la crítica, habrá esperanza”. También expresó que el esfuerzo constante merece la pena, y el arte es un ideal digno. “Creo firmemente en ello. Nuestra profesión es noble porque alza la voz contra la opresión, afila la pluma contra la corrupción y mantiene vivo el ideal de la libertad”.