
Michoacán guarda secretos que sorprenden incluso a los viajeros más experimentados: entre su vasta riqueza natural y cultural, se encuentran iglesias semihundidas que hoy forman parte del imaginario colectivo por su historia, misterio y belleza inusual. Estas construcciones, atrapadas entre lava, agua o lodo, son vestigios de comunidades transformadas por la fuerza de la naturaleza, pero que han sabido conservar su esencia como símbolos de identidad y resiliencia.
Entre los destinos más asombrosos se encuentra la Iglesia Hundida de Churumuco, cuya torre emerge en temporada baja de la presa El Infiernillo; la iglesia de San Juan Parangaricutiro, que desafió la lava del Paricutín y se mantiene imponente entre las rocas volcánicas; y el templo del Carmen en Tlalpujahua, que tras una tragedia minera quedó sepultado, dejando como testimonio su torre y una figura angelical. Cada uno de estos sitios conserva historias conmovedoras y paisajes que parecen salidos de una película.
Estas iglesias no solo son joyas arquitectónicas parcialmente cubiertas por la naturaleza, sino también destinos que invitan a la reflexión, al turismo sostenible y al respeto por la memoria de los pueblos. Hoy, recorrerlas es adentrarse en relatos únicos donde la historia, la fe y el paisaje convergen, brindando una experiencia fuera de lo común para quienes buscan viajar con el alma abierta.