Sáb. Abr 19th, 2025

En las playas de Colima, la liberación de tortugas marinas se ha convertido en una experiencia mágica que
conecta a los visitantes con la naturaleza y la conservación. Tanto el Centro Ecológico de Cuyutlán, “El
Tortugario”, como el Tortugario de Manzanillo son lugares ideales para vivir esta aventura, mientras se
contribuye a proteger especies en peligro de extinción.


La temporada ideal para participar en esta actividad es de agosto a diciembre, cuando las tortugas desovan en las playas colimenses. En estas costas, se tiene la fortuna de recibir a tres de las siete especies de tortugas que visitan México: golfina, negra y laúd. Estos campamentos no solo te invitan a vivir el momento mágico de liberar crías al mar, sino que también educan a sus visitantes sobre la importancia de preservar el equilibrio ecológico marino.

En El Tortugario de Cuyutlán, los visitantes participan en la liberación de crías, tras recibir una charla
educativa sobre el cuidado de estas especies. Este campamento, con más de 30 años de historia, se dedica a la conservación de tortugas marinas, cocodrilos, iguanas y la protección del estero “Palo Verde”. Sus esfuerzos han logrado liberar cerca de 2 millones de crías en las últimas dos décadas, haciendo de este sitio un referente en educación ambiental y conservación.


El campamento opera todos los días, excepto miércoles y festivos, de 10:00 a 16:00 horas, con liberaciones los sábados a las 15:00 horas. El costo de entrada es accesible: $60 para adultos y $30 para niños. Se recomienda reservar con anticipación mediante su página web, correo electrónico o teléfono.
Por su parte, el Tortugario de Manzanillo ofrece una experiencia única en Playa Azul. Las actividades inician
con una plática sobre la protección de las tortugas marinas y culminan con la liberación de crías a partir de
las 18:15 horas. Durante octubre, este campamento protegió 228 nidos y liberó más de 31,000 crías,
destacando su compromiso con la conservación de estas especies.


Visitar estos tortugarios no solo permite presenciar un acto de vida, sino también ser parte de un esfuerzo
colectivo para salvaguardar el equilibrio de los ecosistemas marinos. En cada liberación, la emoción de ver a las pequeñas tortugas adentrarse al océano recuerda la importancia de proteger nuestro entorno natural.

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