Cuando se habla de zonas arqueológicas en México, suele pensarse en los grandes centros del sur, como Teotihuacan o Chichén Itzá. Sin embargo, Zacatecas alberga vestigios prehispánicos igualmente impresionantes, que revelan la complejidad cultural del norte de Mesoamérica. En esta región semidesértica, antiguos pueblos erigieron centros ceremoniales, observatorios astronómicos y rutas comerciales que conectaban el altiplano con otras regiones del continente.
Uno de los sitios más emblemáticos es La Quemada, ciudad fortificada construida en piedra que se alza a solo 50 kilómetros de la capital zacatecana. Su Salón de Columnas, calzadas elevadas y juego de pelota han despertado teorías sobre su función como ciudad ritual, fortaleza defensiva o nodo comercial. Su monumental arquitectura habla de una sociedad organizada y de profundo conocimiento del entorno.
En Chalchihuites, el sitio arqueológico de Altavista ofrece una experiencia singular con su trazo astronómico y la emblemática “puerta solar”, alineada con los solsticios. Este centro ceremonial, vinculado a la cultura Chalchihuites, fue clave en el intercambio de minerales como la turquesa, lo que demuestra la sofisticación de las redes comerciales prehispánicas. Por su parte, el Cerro del Teúl, en Teúl de González Ortega, destaca por su ocupación continua de más de 1,500 años y por contener la instalación más antigua para la destilación de mezcal.
Finalmente, Las Ventanas, en Juchipila, cautiva con sus cámaras ceremoniales excavadas directamente en un risco rocoso. Esta singular arquitectura, poco común en Mesoamérica, apunta a una especialización técnica notable y una fuerte conexión simbólica con el paisaje. Zacatecas, con estos tesoros arqueológicos, invita a repensar el mapa cultural del México antiguo y a descubrir una historia que también se escribió entre el desierto, la montaña y el cielo.